Pertenecemos al 0,1% de las especies que han sobrevivido en el planeta Tierra. Este extraordinario éxito no es la consecuencia de haber desarrollado una extraordinaria fuerza muscular o una inaudita capacidad para nadar.
Es nuestro cerebro el que nos ha dado la extraordinaria ventaja competitiva que nos ha llevado desde un pasado evolutivo de más de dos millones de años hasta el apasionante momento presente. Nosotros no debemos por tanto tener miedo al cambio, a la incertidumbre o a la dificultad, ya que somos hijos del hambre y del frío. En nuestro cerebro está la clave para permitir que nos adaptemos en medio del los desafíos que la misma vida pone en nuestro camino. Sin embargo, el cerebro es sólo la costura de la mente.
Si nuestra mente está llena de la ansiedad que es fruto de la desorientación, nuestro cerebro, no importa lo magnífico que pueda ser, no podrá funcionar bien. Hoy sabemos que emociones aflictivas como el pánico, la desesperanza, el resentimiento y la frustración tienen la capacidad de desorganizar profundamente la actividad cerebral.
Los niveles de felicidad en el mundo desarrollado apenas han aumentado a pesar de los grandes avances que se han producido en las últimas décadas. Las consultas a psicólogos, el consumo de antidepresivos y las denominadas enfermedades de la abundancia no paran de aumentar. Para evitar que esto ocurra, hemos de encontrar algo que nos de soporte y estabilidad, especialmente en momentos como el actual tan marcados por el cambio permanente y la incertidumbre. Sólo unas referencias claras y unos valores sólidos pueden orientar nuestra vida, ayudarla a florecer y darle plenitud.
“La respuesta” es una propuesta para que encontremos esas referencias y esos valores que son la base para una vida lograda. Cuando en medio del cambio, la incertidumbre y la ambigüedad nos anclamos en valores que resuenan con nuestra auténtica naturaleza, entonces experimentamos la serenidad, la alegría, la ilusión y la confianza que son imprescindibles no sólo para adaptarnos a cualquier situación, sino también para salir de ella fortalecidos.
Nuestra fe en el futuro se convierte en nuestra fuerza en el presente. Por eso, orientar nuestra vida en la dirección que marca nuestra esencia más profunda es lo que le da a la vez proyección y sentido.
Moverse deprisa no implica avanzar. El “homo faber”, el hombre que sólo hace y no se para y reflexiona, no puede llegar a descubrir la verdad que está oculta en las cosas. Si queremos encontrar nuevas oportunidades para nosotros y nuestras vidas, es importante que hagamos un alto en el camino y nos hagamos preguntas que normalmente no nos hacemos. Al fin y al cabo, nuestra vida es el reflejo de la respuesta que hemos dado a nuestras propias preguntas.