Transformación social: pasión por el cambio

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Resulta claro que estamos atravesando un período de transformación social profunda propiciada por la adversidad con la que nos ha tocado vivir y por el hecho de estar inmersos  en un mundo cada vez más conectado.

Núria Vilanova, Presidenta de INFORPRESS.
Núria Vilanova, Presidenta de INFORPRESS.

Uno de los efectos positivos de esta crisis es que, inevitablemente, ha dejado en evidencia gran parte de nuestras debilidades y carencias  que tienen el don de pasar desapercibidas durante los tiempos de bonanza. Identificarlas  y asumirlas es tarea obligada. 

Adaptarnos y disponer de aquellas medidas para cambiar lo que ya no funciona, es algo irremediable. Así pues, ha llegado el momento de hacer cambios.

Hace no tantos años, nuestra sociedad se regía por principios muy distintos a los de ahora. No había Internet, no teníamos móviles, ni redes sociales.

No existían bloggers, ni cámaras de vídeo que llevar en el bolsillo. Nuestra capacidad de impacto en la sociedad era, en este sentido, muy reducida.

Para ser periodista, había que pertenecer a un medio; para influir políticamente, había que ser miembro de un partido; para tener relevancia en el mundo profesional, no había nada como un buen empleo para toda la vida en una gran empresa.

Las personas nos relacionábamos con la sociedad a través de grandes y pequeñas estructuras, pero rara vez como individuos. 

Para lo bueno como para lo malo, esto ha dejado de ser así. Las nuevas tecnologías han colocado al individuo en el centro de su propio mundo. Ahora tenemos acceso directo a todo y todos. Elegimos con quiénes queremos relacionarnos, qué marcas son las que “amamos” y en qué empresas queremos trabajar.

Vivimos en una nueva era en la que un cocinero, un deportista o un cantante pueden llegar a tener más influencia a nivel comunicativo que un Jefe de Estado. Pero lo mismo ocurre con una persona “desconocida”. Un consumidor insatisfecho puede movilizar un verdadero regimiento contra una marca.

 

[blockquote style=»1″]Subestimar el poder de la comunicación nos llevará indudablemente al fracaso. Aprovechemos la comunicación como una verdadera estrategia para lograr nuestros objetivos[/blockquote]

 

Subestimar el poder de la comunicación nos llevará al fracaso.
No hay que subestimar el poder de la comunicación.

Un empleado descontento, puede poner en duda los valores y principios corporativos. Un accionista minoritario, puede pedir medidas a la CNMV sobre el buen gobierno de las empresas cotizadas. Antes eran los individuos los que se relacionaban con las estructuras de la sociedad; ahora ocurre exactamente al revés, el individuo se ha convertido en su propio punto de referencia, y son los demás agentes y el propio entorno quien se relaciona con él.

 

Micropoder

Es, lo que yo denomino, la nueva era del “Micropoder”, donde cada cual asume su propio liderazgo y se convierte en el principal factor de cambio de las sociedades modernas. Es ahí donde observamos que los “poderosos” van perdiendo cada vez más sus parcelas de poder.

En cierto modo, hemos pasado del individuo pasivo al individuo activo. Las estructuras de referencia del pasado también actuaban como “zonas de confort”, en las que resultaba muy fácil acomodarse y dejar pasar los años. Con la incorporación del individuo activo, las “viejas” estructuras tienen la misión de renovarse para poder sobrevivir a este nuevo fenómeno. 

Es justo en este momento donde la comunicación pasa a un primer plano. Cada vez son más los que comprenden que la comunicación ya no es sólo un área de sus compañías y organizaciones, sino que impregna todas y cada una de las dimensiones de estas nuevas estructuras.

Empleados, clientes, accionistas, proveedores,… todos los grupos de interés están ya conectados. Todos son individuos activos; voces propias que desafían constantemente a las organizaciones para solucionar aquello que no funciona.

El público es más activo en los medios de comunicación.
El cambio en la comunicación pasa por el cambio del público objetivo.

Aquellos que nos escuchan, nos compran y nos siguen, ya no sólo confían en lo que dice una empresa o una marca.

Quieren saber cómo se articulan los valores generalmente encarnados en la alta dirección de las organizaciones.

La coherencia, la integridad y transparencia, son imprescindibles a la hora de gestionar diálogos y relaciones con cada uno de nuestros públicos. 

Estamos pues ante un gran reto y una oportunidad también para las empresas, cuyo éxito va cada vez más ligado a la participación de sus equipos.

La comunicación interna es ya parte de la estrategia de gestión.

Llamar a la acción, motivar, apelar a la responsabilidad de proyectos comunes, son tareas inmediatas que toda organización debe asumir para poder crecer.

En este nuevo escenario, necesitamos directivos valientes, dispuestos a asumir un protagonismo compartido; dispuestos a poner los medios para escuchar la voz de sus colaboradores; dispuestos a mantener la coherencia entre lo que se dice y se hace; dispuestos, en definitiva, a reinventarse.

Subestimar el poder de la comunicación nos llevará indudablemente al fracaso. Aprovechemos este momento, soñemos qué queremos para nuestro futuro, el de nuestras empresas, el de nuestros empleados, compañeros y clientes…

Aprovechemos la comunicación como una verdadera estrategia para lograr nuestros objetivos porque… esto no ha hecho más que comenzar. 

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