Por Alicia Coronil, economista jefe de Singular Bank.
La progresiva estabilización de la crisis sanitaria en las principales economías avanzadas, el avance de los programas de vacunación y la paulatina reapertura de las actividades de consumo social y el turismo, que se acelerará especialmente a partir del mes de junio, no sólo han elevado las perspectivas económicas sino que también han situado el foco de atención en la evolución de la inflación a corto y medio plazo. Un factor clave por sus implicaciones sobre el dinamismo de la recuperación, las condiciones financieras y la actuación de los bancos centrales.
Frente al fuerte repunte del nivel de precios en EE.UU. en abril, por encima de las estimaciones del consenso de mercado hasta un 4,2% anual (vs. 2,6% anual mes anterior), su avance ha sido más moderado en el caso de la Eurozona. En este sentido, la lectura definitiva de Eurostat ha confirmado que la inflación continuó su senda al alza hasta situarse en un 1,6% anual, frente a un 1,3% anual en marzo y 1,3 pp por encima de su registro de abril de 2020 de un 0,3% anual, en una coyuntura marcada entonces por el impacto inicial de la pandemia.
Inflación desigual en Europa y Estados Unidos
Una evolución que ha ampliado el diferencial entre la inflación de EE.UU. y la Eurozona, debido entre otros factores al retraso de la senda de recuperación de la zona monetaria europea tras sufrir una doble contracción en el 1T de este año y al mayor tono expansivo de la política fiscal estadounidense, con la aprobación en marzo de la Administración Biden de la tercera ronda de estímulos desde el inicio de la crisis del covid-19 de 1,9 billones de $.
En el caso de la zona monetaria europea, este nuevo repunte de la inflación se ha explicado por el incremento del coste de la energía de un 10,4% en términos interanuales (vs. 4,3% interanual en marzo), que confirma el efecto base generado por la caída histórica del precio del petróleo ante la disrupción de la crisis sanitaria y el gran confinamiento de la población mundial durante el 2T de 2020. Un elemento al que se ha unido el aumento más moderado de los precios de los servicios, de los alimentos, alcohol y tabaco y de los productos industriales no energéticos.
Por su parte, la inflación subyacente, que elimina energía y alimentos no elaborados, retrocedió 0,2 pp hasta un 0,8% anual (vs. 1,0% anual en marzo), situándose por debajo de su registro de abril de 2020 de un 1,1% interanual y de sus niveles pre-pandemia, en un contexto todavía marcado por la situación epidemiológica, las medidas de distanciamiento social y la cautela de los hogares.
Todo ello en una coyuntura en la que se observó una evolución heterogénea del IPC armonizado entre sus Estados miembros, creciendo un 3,3% anual en Luxemburgo, mientras que continuó en terreno negativo en el caso de Grecia (-1,1% anual) y Portugal (-0,1% anual).
Los mayores niveles de inflación en Europa
A su vez, entre las principales economías de la Eurozona, en abril los mayores niveles de inflación se registraron en España (2,0% anual) y en Alemania (2,1% anual). En el caso de la economía alemana esta evolución se explicó no sólo por el efecto base en el sector de la energía, sino también por el impacto de los nuevos impuestos sobre las emisiones de CO2, la subida del salario mínimo y la normalización del IVA tras su rebaja temporal el año pasado. De ahí que, eliminando el impacto del crecimiento de los precios en la economía alemana, la inflación armonizada del resto de la Eurozona se habría situado en un 1,0% anual, nivel similar al de enero de 2020.
No obstante, al igual que en EE.UU., a corto plazo los niveles de precios en la zona monetaria europea podrían sufrir un repunte superior al proyectado en el escenario base como consecuencia no sólo de la estabilización de la crisis sanitaria y al aumento del consumo de los hogares, con una rotación hacia los sectores de consumo social más afectados por la pandemia, sino también por las presiones inflacionistas de oferta que presenta actualmente la economía global. En sentido, destacan el aumento de los precios del transporte de mercancías y de las materias primas básicas (alimentos y metales) y los problemas de escasez de suministros de inputs de producción esenciales como los semiconductores que están afectado negativamente a sectores como el automóvil y la electrónica.
Un conjunto de factores que se mantendrán a corto plazo dado el incremento de casos de contagio diarios en algunas economías de la región Asia-Pacífico, que han llevado a países como Taiwán, uno de los principales productores mundiales de semiconductores, a reintroducir medidas de distanciamiento social. Ante esta evolución, según una investigación de Susquehanna Financial Group los plazos de entrega de chips han aumentado en el mes de abril a 17 semanas, frente a 12 semanas antes del inicio de la Crisis Global del Coronavirus.
Después del Covid…
A pesar de esta situación, en línea con las estimaciones de la Fed y el Banco Central Europeo y de otros organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, la inflación tenderá a normalizarse en niveles similares a los previos a la crisis del covid-19 a medida que se produzca la normalización de las cadenas de valor globales y de los patrones de consumo y ahorro de los hogares. La evolución de estos factores será clave de cara a 2022, al igual que hasta qué punto los productores trasladen a los consumidores finales el incremento de costes que afronta actualmente el tejido empresarial.
Al mismo tiempo, será determinante la tendencia a medio plazo de la renta disponible de los hogares, que vendrá marcada tanto por el dinamismo de la recuperación y el crecimiento futuro de los salarios como por el impacto negativo de un posible escenario de aumento de la presión fiscal. Todo ello unido a elementos estructurales que condicionan a la baja su evolución como son el envejecimiento de la población, la digitalización y la globalización.