Una de las acciones de voluntariado que tiene desarrolladas la Fundación ”la Caixa” está dedicada a la atención y acompañamiento de personas con enfermedades avanzadas. El objetivo de la organización es evitar la soledad no deseada en los últimos momentos de la vida de personas, un problema que se extiende actualmente por todos los rincones de España.
Para ello, los voluntarios acompañan a personas para recordarles que, aún en estos momentos, la vida y el camino recorrido tiene mucho sentido, de manera que estos encuentros se centran en cuestiones que van más allá de lo físico, es decir, invaden el terreno psicológico, social y espiritual.
Eva Tejedor, trabajadora social y coordinadora de EAPS en Castilla y León, afirma que este tipo de acciones están motivadas por el compromiso social y el crecimiento personal que puede aportar realizar este tipo de actividades.
Tejedor habla precisamente de la profundidad de las emociones que rodean al voluntariado con personas en cuidados paliativos. De hecho, relata, muy empáticamente, que la esta cercanía hace que uno se dé cuenta de la importancia que tienen las personas. Habla de un acompañamiento hasta el final para dar sentido a la vida del otro de una manera digna.
Las funciones del voluntariado a personas con enfermedades avanzadas
“Hay muchas labores que pueden hacer los voluntarios con personas con enfermedades avanzadas”, explica la coordinadora de EAPS en Castilla y León. Las acciones se dirigen en estos casos a los propios pacientes y a sus familiares. Principalmente, Tejedor habla de acompañamiento desde una vertiente social.
Es evidente que las personas en cuidados paliativos han visitado muchos médicos en este tramo de su vida, pero aún así, pueden sentirse muy solas, relata esta fuente. Hay muchas familias y cuidadores desbordados, por tanto, la figura del voluntario “ofrece ese punto de poder descansar y de encontrar a alguien ajeno a la situación”.
Según sostiene Eva, el voluntario es un punto en el que familiares y pacientes pueden desahogarse de un momento difícil, lo cual crear un vínculo diferente y muy potente.
Lazos con desconocidos
Así que la relación que se crea entre ambos actores es ciertamente positiva, aunque se trate de dos personas desconocidas. Es una de las cosas mágicas de una actividad de voluntariado. “A veces es más fácil contar cosas que nos preocupan a un extraño”, explica esta voz. Así que en esos encuentros quizás surgen secretos no revelados que terminan por atar esos lazos de confianza entre personas que no se habían conocido previamente.
Los momentos duros se vuelven en algo gratificante para voluntarios y pacientes. Una mochila de recuerdos de los que dejan poso. “Recuerdo a la primera persona que acompañé. Pasados unos años, cuando yo ya trabajaba en el hospital, volvía a encontrarme con la mujer de aquel paciente y fue un momento muy bonito”, relata Eva.
La gestión de las emociones
En este tipo de situaciones, así como cuando hay que decir adiós un paciente, las emociones están a flor de piel y para poder gestionarlas es imprescindible que los voluntarios pasen por un periodo formativo. Sin esa capacidad previa y sin el contacto con el resto de los miembros del equipo, la factura puede ser muy alta para la persona que acompaña porque una mala gestión de las emociones puede impedir que su actividad se desarrolle de una forma adecuada. Incluso puede tener consecuencias en su vida privada, advierte la experta.
“Nosotros como profesionales, tenemos que acompañar a los voluntarios y a enseñarles a marcar ciertos límites en su actividad”. Hay que evitar el sufrimiento de uno mismo y no llevarse a casa esos encuentros, viene a decir Eva. Al fin y al cabo, son situaciones muy duras, pero dentro de esa dureza hay una parte muy bonita de este acompañamiento, motivo por lo cual es muy recomendable para cualquier persona, concluye este testimonio. “Al final, recibes más de lo que das”.
