Finalizando el primer semestre de 2020 y volviendo la vista atrás, no cabe duda de que hemos vivido uno de los periodos más volátiles de la historia en los mercados de renta variable que se recuerden.
Tras un febrero y marzo donde los inversores abandonaban el barco a un ritmo sin precedentes, los Gobiernos y Bancos Centrales irrumpieron para generar una red de seguridad que ha provocado una vuelta en “V” en las bolsas de la mayoría del mundo.
La situación del coronavirus está lejos de solucionarse, ya que el ritmo en el crecimiento de contagios diarios sigue en máximos a nivel mundial, y recientemente ha surgido una fase de rebrotes en algunos países donde la tendencia había estado mejorando últimamente.
Con independencia de cuánto dure esta pandemia y si obligara o no a recrudecer las medidas de confinamiento más adelante, el daño económico que ya ha generado a nivel global no tiene precedentes, ni en término de contracción económica ni en lo relativo a la destrucción de empleos.
Por ello, no deja de ser sorprendente que en mitad de la peor crisis del último siglo tengamos a las bolsas tan cerca de máximos históricos de nuevo.
Los inversores, demasiado optimistas
Tal vez los inversores están siendo demasiado optimistas sobre el futuro que se avecina: la esperanza de una recuperación en “V” de la economía, la expectativa de que lo peor ha pasado ya y no habrá una segunda ola de Covid-19, el inminente desarrollo y distribución de una vacuna, pero por encima de todo, que los Bancos Centrales y los Gobiernos no dejarán caer el mercado tengan que hacer lo que tengan que hacer.
El problema que genera esta mentalidad es que nos aleja completamente de la realidad económica. Antiguamente el nivel al que cotizaba la bolsa era un reflejo de los resultados empresariales que publicaban las compañías que conformaban dichos índices.
A su vez, esos resultados, estaban estrechamente relacionados con el nivel de crecimiento económico del país donde desarrollaban su actividad, y también de forma indirecta, del crecimiento a nivel global.
De modo que cuando la situación se deterioraba y la bolsa corregía decíamos que estaba cara, y si esta situación se prolongaba mucho en el tiempo denominábamos a esta situación con la terminología de “burbuja bursátil”.
Poco riesgo por intevencionismo: ¿burbuja?
Hoy en día nos encontramos nuevamente ante una de las mayores burbujas de todos los tiempos, y podría ir a más si los Gobiernos y Bancos Centrales siguen eliminando el riesgo en compañías y sectores con problemas. Ya lo hemos visto en el sector de las aerolíneas y el sector petrolero.
Pero también ha tenido ramificaciones en los mercados de deuda, donde las compras masivas de bonos soberanos, hipotecarios, corporativos e incluso el segmento de “bonos basura” hace que los precios ya no reflejen, ni de cerca, el riesgo existente en la actualidad.
La bolsa ahora es un mero reflejo del optimismo del inversor, o el grado de confianza que los estímulos fiscales y monetarios han insuflado en el mercado. Los Gobiernos se endeudan hasta cotas antes inimaginables apoyados por las compras masivas que realizan los Bancos Centrales a través de un aumento sin límites de sus balances.
Está claro que las reglas del juego han cambiado y que las bolsas tienen un riesgo a la baja limitado mientras se mantenga este nivel de intervencionismo. A corto plazo parece difícil que vayamos a ver un ajuste de valoraciones acorde a la realidad económica vigente.
Pero a largo plazo descubriremos que el endeudamiento masivo al que hemos recurrido para salvarnos del problema actual tiene un coste que nos llevará a hipotecar el futuro crecimiento económico, tal y como ya hemos visto en Japón durante décadas.
Por Pablo Gil – Jefe de Estrategia de XTB