En los últimos meses se nos antoja que ha habido muchas horas de la verdad. Casi todas las semanas, comunicados oficiales (y extraoficiales) de altos cargos, reuniones de los Bancos Centrales, subastas de deuda, rebajas de rating, Comunidades Autónomas solicitando ayuda,…. Acontecimientos que, en medio de una hipersensibilidad de los mercados, han convertido a las bolsas en una montaña rusa.
(Foto: Fuente : Bloomberg)
Nos estamos acostumbrando a que las noticias, los sucesos, los rumores y los desmentidos se sucedan a un ritmo vertiginoso , y lo que ayer era blanco hoy presenta un tono oscuro. Pocos hoy en día se atreven a vaticinar que “hoy será un día tranquilo”. Mejor no hablar.
Inauguramos el mes de julio con la reunión del BCE, que actuó pero sin convencer. Draghi optó por dos medidas: bajar el tipo de interés oficial hasta el 0,75% y a fijar la facilidad de depósito para los bancos al 0% (tipo al que el BCE remunera a los bancos por el dinero que tienen). La primera, orientada a conseguir una reactivación de la débil economía; la segunda, un intento para lograr que los bancos salgan de su acomodamiento y empiecen a prestar el dinero a las familias y empresas, algo que nos lleva al mismo objetivo que la medida anterior. No hay que olvidar que en el BCE hay depositados más de 800.000 Mn€ procedentes de las entidades financieras, dinero que se atesora, que no se presta, que no se mueve; dinero que sería más que suficiente para atajar la crisis. Solo sería necesaria la fórmula mágica que consiguiera que llegara a quien tiene que llegar.
¿Fueron acertadas las medidas? Es posible que sí, pero ambas precisan tiempo para trasladarse a la economía real, y tiempo es precisamente lo que no les sobra a los mercados. Tic, tac, el tiempo corre. Y muchos son ya los que le han puesto al euro su fecha de caducidad. Los mercados clamaban por soluciones inmediatas, que ayudaran a solucionar los problemas del “hoy”. Los del mañana, pueden esperar. Mucho se le criticó a Mario Draghi que no pusiera de nuevo en marcha las compras de bonos periféricos, algo que supondría un alivio inmediato de la asfixiante presión en los mercados de deuda.
Tres cuestiones que reflejan claramente el tenso mes que nos ha tocado vivir son la prima de riesgo, la cotización del bono español a 10 años y las subastas de deuda. En todas ellas, tenemos decir que se han batido peligrosos récords. En relación a la primera, hemos visto cómo tras empezar el año en el entorno de los 300 puntos básicos, el 24 de julio llegó a situarse cerca de los 640 puntos.
El bono a 10 años llegó a cotizar en la misma fecha en 7,6%, cuando podíamos presumir de haber iniciado el 2012 con la rentabilidad por debajo del 5%.
En las subastas de deuda, hemos visto un denominador común: sin problemas por el lado de la demanda, pero a costa de unos tipos crecientes, que constituyen un revés para los titánicos esfuerzos del Gobierno por reducir el déficit público. Resulta doloroso pensar que los ingresos que con tanto esfuerzo se han intentado sacar de entre las piedras (subida del IVA, recorte de salarios, supresión de incentivos fiscales,…) se han ido con tanta facilidad a causa del incremento en los costes que ha sido necesario pagar en las emisiones de deuda (se calcula que el coste adicional asciende a unos 38.000 Mn€).
La conjunción de estos factores es al final de un reflejo de la percepción de riesgo y las dudas que hay respecto al futuro de nuestro país. Y estas dudas derivan en dos realidades que van unidas, como las dos caras de una moneda. La primera, la constatación de que los inversores extranjeros no quieren hoy por hoy oír hablar de nuestra deuda. Si hace un año el porcentaje de inversión internacional en nuestra deuda podía rondar el 50%, en la actualidad la vemos reducida a un 35%. En poco más de 6 meses, los no residentes se han deshecho de unos 85.000 Mn€ de deuda, y estas salidas se han visto contrarrestadas por las inversiones de los bancos españoles.
Y aquí nos encontramos con la otra cara de la moneda. Nuestros bancos. Los que hacen que subasta tras subasta se repita que el volumen de la demanda ha sido superada ¿con éxito? Porque aquí la siguiente pregunta sería: “¿Hasta cuándo?”. Para empezar, no parece que a nuestras entidades financieras les quede mucha munición, y la que gastan no hace sino incrementar un problema que nos mete en un círculo vicioso: la excesiva interdependencia entre el Estado y la banca, y el apoyo mutuo de dos entes que necesitan que les cuiden y no cuidar.
La situación en las últimas semanas se ha desbocado: el FMI ha vuelto a revisar a la baja las previsiones de crecimiento para España(este año caerá el PIB -1,7% y el que viene -1,2%, el doble de lo estimado anteriormente), inversión en la curva de tipos, coste disparatado en las emisiones de deuda, rumores de que el dinero prestado no será suficiente ni mucho menos y las CCAA levantando la mano una tras otra para pedir ayuda al Gobierno para poder hacer frente a sus vencimientos de deuda.
¿Ha llegado la hora de la verdad? Cerramos estas líneas a las puertas de saberlo. El 2 de agosto se celebrará la nueva reunión del BCE, en medio de un sinfín de declaraciones de apoyo al euro, una vez que este se encuentra entre la espada y la pared. El final del julio se ha caracterizado por un importante rebote de las bolsas y la relajación de la prima de riesgo de algunos países (España ha pasado de rondar los 640 puntos a cotizar en los 535), lo cual implica que las expectativas están muy altas. Los mercados esperan “mucho” del BCE y de los socios europeos, y si ese “mucho” se transforma en “poco” o “menos de lo esperado”, la decepción puede ser también importante. Esperamos no tener que echar mano en ningún caso del refrán: “Más dura será la caída”.
Moody´s ya advertido que sea cual sea la solución que adopte el BCE, esta servirá solo para “comprar tiempo”, pero no para solucionar la crisis de deuda. Pero en cualquier caso, el tiempo es ahora un bien especialmente precioso, de modo que si se gana, bienvenido será. Los mercados acogerán con un aplauso las medidas, y le daremos una oportunidad a las otras medidas (las de largo plazo) para demostrar si pueden sacarnos de esta. La hora de la verdad habrá conseguido… un nuevo aplazamiento.
(Foto: Bloomberg)