Tras más de cuatro años desde que los ciudadanos británicos decidieron abandonar el proyecto de la Unión Europea, el proceso de divorcio sigue sin haberse resuelto. Ha habido que recurrir a sucesivas prórrogas para evitar el peor de los escenarios, conocido como “hard Brexit” o “Brexit sin acuerdo”.
Pero ahora nos volvemos a enfrentar a ese riesgo una vez más, ya que encaramos la recta final de la negociación con posturas aun muy alejadas, y sin apenas tiempo para conciliar diferencias y aprobar el potencial acuerdo en los distintos parlamentos.
Las negociaciones del Brexit: el movimiento de Johnson
Hace pocas semanas el Primer Ministro de Reino Unido, Boris Johnson, trató de cambiar los términos ya alcanzados en torno al nuevo acuerdo comercial, lo que suscitó una avalancha de reproches en todos los ámbitos, desde la respuesta airada de Bruselas, la crítica de los últimos cinco ex Primeros Ministros de Reino Unido, la retirada de apoyos de diputados del propio partido de Boris Johnson y las advertencias de los riesgos que eso conlleva por parte de prestigiosas instituciones como el Banco Central de Inglaterra.
Además, este movimiento imprevisible de Johnson ha deteriorado mucho la imagen de Reino Unido, suscitando dudas sobre el cumplimiento futuro de acuerdos alcanzados previamente, aunque ello vulnere las reglas del derecho internacional.
Con este clima tan adverso, comienza esta primera semana de octubre un nuevo intento de acercar posturas entre el principal negociador de Reino Unido, Michel Barnier y a su homólogo europeo, David Frost. Como siempre, el encuentro se mira con cierto optimismo, y de cara al viernes ambas partes esperan haber avanzado lo suficiente como para prorrogar las negociaciones del Brexit in extremis antes de la fecha límite del 15 de octubre.
¿Un Brexit sin acuerdo?
Si no se consigue este avance, la probabilidad de un Brexit sin acuerdo comenzará a ser una realidad, lo que traerá consecuencias negativas en todos los ámbitos. A partir de ese momento la relación comercial entre Europa y Reino Unido se regiría en el marco de la Organización Mundial del Comercio, lo que traería consigo la imposición de cuotas y aranceles.
El impacto para empresas y consumidores no tardaría en notarse, y se espera un auténtico caos ya que muchas empresas no terminan de creer que este pueda ser el desenlace final, y por tanto, no han tomado las medidas necesarias para adaptarse al nuevo marco regulatorio.
La mayor esperanza radica en que nos quedamos sin tiempo, y eso implica que ya no se puede seguir jugando al ratón y el gato. Ojalá que un vistazo al precipicio que representa el “brexit duro” genere una respuesta de última hora que permita evitar el desastre, pero de no ser así, el momento escogido para culminar este “divorcio a las malas” no puede ser peor, dado que tanto Europa como Reino Unido están, al igual que el resto del mundo, padeciendo la peor recesión del último siglo a raíz de la pandemia del Covid-19.
Por Pablo Gil – Jefe de Estrategia de XTB