El “lío” de la Reforma Fiscal y sus implicaciones para el contribuyente

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Investigador de la Universidad de Essex y Think Tank Civismo

La Reforma Fiscal presentada por el Gobierno consagra un sistema tributario mucho más complejo y enrevesado que el anterior tanto en términos de extensión como de comprensión de los conceptos esenciales por parte de los agentes económicos. El objetivo de hacer un sistema fiscal más sencillo y previsible se ha dejado aparcado y se ha optado por una reforma parcial e inconexa en sus puntos capitales.

Este hecho, en sí mismo, comporta un coste en términos de información que debe ser tenido en cuenta a la hora de calcular los efectos sobre el crecimiento económico y la generación de empleo. El nuevo sistema dificulta una comprensión nítida de las obligaciones y derechos de los contribuyentes, abocándoles a una mayor dependencia de gabinetes de expertos en asesoría fiscal y, por tanto, obligados a incrementar sus costes de inversión, ahorro o producción.

El primer efecto, sin duda, será sobre la expectativa de recaudación impositiva tanto para 2015 como para 2016. El Gobierno, en términos generales, ha reducido las tarifas en 12,5 puntos porcentuales, lo cual supone que 1.600.000 contribuyentes dejarán de tributar. De forma aparente, esta rebaja tendría un carácter generalizado. Sin embargo, hay que distinguir muy bien entre lo que ocurrirá con los tipos marginales (es decir, las tarifas de los impuestos) y con los tipos medios, es decir, la presión recaudatoria efectiva que sufre el contribuyente.

Con base imponible constante, la Reforma Fiscal sobre el Impuesto de la Renta supondrá una pérdida de ingresos, en el primer año de su aplicación, de 8.743 millones de euros, teniendo en cuenta que los ingresos por IRPF en 2013 fueron de 69.951 millones de euros en términos homogéneos.

En el caso del Impuesto de Sociedades, la rebaja de dos puntos supondrá 400 millones de euros menos de recaudación en 2015 con respecto a lo recaudado en 2013. Sin embargo, aquí es necesario discriminar entre aquellas empresas que ven reducido su tipo impositivo y aquellas que no lo hacen como la Banca o las petroleras. En este sentido, estimando un peso total de la recaudación no inferior al 20%, la pérdida recaudatoria es menor y se situaría en 320 millones de euros.

Sumando las pérdidas recaudatorias de los dos impuestos se obtiene la cifra de 9.043 millones de euros. Esto es un coste a corto plazo, ya que las bases imponibles en los tramos bajos del IRPF se ensancharán notablemente solamente por el efecto del crecimiento económico, pero allá donde se obtiene el grueso de la recaudación –rentas entre 45.000 y 150.000 euros– la base imponible se deteriorará de forma significativa, especialmente con la eliminación de la exención de los primeros 1.500 euros en dividendos.

Con base imponible constante, la Reforma Fiscal sobre el Impuesto de la Renta supondrá una pérdida de ingresos, en el primer año de su aplicación, de 8.743 millones de euros, teniendo en cuenta que los ingresos por IRPF en 2013 fueron de 69.951 millones de euros en términos homogéneos 

 

Esta pérdida en términos recaudatorios no es un efecto aislado. En un entorno de crecimiento exponencial de la deuda pública y el sostenimiento de un déficit primario (déficit descontados los intereses de la deuda) por encima del 3% del PIB, 9.000 millones de euros es una cuantía lo suficientemente importante como para tomarse muy en serio la Reforma Fiscal.

Si la Reforma Fiscal propuesta por el Gobierno fuera, de forma generalizada y completa, una bajada de impuestos, una pérdida recaudatoria en el corto plazo no debería preocupar ni a los policy makers ni a los mercados. En todo proceso de bajada de impuestos, la recaudación disminuye a corto plazo mientras los agentes internalizan en sus expectativas una mayor renta disponible y el crecimiento en el coste de oportunidad del fraude.

Sin embargo, en este caso, la incertidumbre regulatoria y la maraña de cambios en deducciones, reducciones, exenciones y excepciones –lo que vulgarmente se denomina “letra pequeña”– serán los catalizadores de una mayor pérdida recaudatoria en los años 2015 y 2016, compensando entre 0,2 y 0,3 puntos el crecimiento de las bases imponibles para el próximo año 2015.

En suma, la tan necesaria Reforma Fiscal ha quedado reducida a un largo listado de cambios complejos. Con esta Reforma vuelve a ocurrir como en la fábula de Fedro: los montes, después de grandes clamidos, han dado a luz a un simple ratoncillo. 

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