Las fuerzas armadas y sus aportaciones a la economia española

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Juan Velarde Fuertes,Premio Rey Juan Carlos de Economía y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales

Más de una vez sorprende, cuando se estudia a fondo, sin sectarismos, el conjunto de las aportaciones a nuestra economía actual efectuadas por las Fuerzas Armadas. 

A veces se trata de una especie de actuación pasiva que evita males. Por ejemplo, para la buena situación de algo tan importante para nuestro equilibrio económico como es el turismo, la existencia de fuerzas de disuasión en el entorno del Mediterráneo español –el peninsular, el norteafricano, el insular‑ proporciona una base de tranquilidad absoluta para que esa corriente de ingresos sea inimaginable que se pueda cortar. La reacción, en relación con la isla de Perejil, tuvo, en este sentido, una importancia muy grande.

 

Pero también existe la aportación activa. Se puso de relieve, sin ir más lejos, recientemente, con motivo del tercer centenario del nacimiento del Arma de Ingenieros. Todo ha quedado más claro como consecuencia del bautismo al laboratorio de Ingenieros del Ejército con el nombre de “General Marvá” en homenaje a este general –que con Zarzo del Valle e Ibáñez de Ibero, constituyen un trío fundamental para la ciencia económica aplicada, como se observa en el reciente libro de María Julia Bordonado Bermejo, “La vanguardia de la Ciencia y de la Técnica en España. Trescientos años de la creación del Arma de Ingenieros. Homenaje al Excmo. Sr. General D. José Marvá y Mayer” (Centro Geográfico del Ejército”, 2011).

 

El gran núcleo del libro es Marvá, y ello por dos motivos. Por una parte, por su aportación a la aplicación a la tecnología española, gracias a toda una serie de instrumentos que Marvá percibió en multitud de lugares del exterior, y que supo adaptar perfectamente a las necesidades españolas. Resulta impresionante leer en las págs. 54-57 las pruebas que podía realizar el laboratorio que Marvá había conseguido que funcionase. He contabilizado 39 posibilidades, que van desde los análisis de metales y concretamente el hierro y el acero, con los correspondientes análisis químicos, a trabajos de fotometría, radiografía y fluoroscopia, en experiencias variadas. Naturalmente, todo esto, que era una aplicación cientificotecnológica típica, trascendía de ese laboratorio, y naturalmente, llegaba al conjunto de la economía española. Lo demuestra la Real Orden circular de 22 de abril de 1897, fundamental en la organización de este laboratorio, de la que se derivó, como se lee en las págs. 71-72 del citado libro de Julia Bordonado, el constituir “una institución abierta a la sociedad civil”, según la terminología actual, para que personas ajenas al Ejército pudiesen solicitar el ensayo de inventos, máquinas, materiales, etc. Las peticiones de servicios de Laboratorio podían estar realizadas por comerciantes, industriales, particulares y sus representantes, y de todos los sectores económicos del país. Evidentemente y como es natural, se publican circulares que contienem las tarifas a aplicar por el Laboratorio a los particulares como consecuencia de la realización de los citados servicios Es muy interesante esta característica de apertura a la sociedad civil, ya que se pone de manifiesto que es una extraordinaria contribución al progreso científico y técnico, y por ello también económico, de la Nación.

 

Cuando, a pesar de la guerra con los Estados Unidos, estudiamos la evolución de las industrias siderúrgicas, metalúrgicas y de transformación de productos metálicos, nos encontramos con que, de acuerdo con las “Estadísticas históricas de España” de Albert Carreras y Xavier Tafunell (Fundación BBVA) –cuadro 5.7, volumen I, pág. 369‑ el peso de este sector avanza de 1856 a 1929, de acuerdo con el cuadro siguiente:

 

Participación en la industria manufacturera española

de la siderurgia, metalurgia e industria de

transformación metálica

Años

Porcentaje

1856

3

1900

8

1913

14

1929

22

 

 

El papel que en este sentido tuvo la colaboración de este Laboratorio, parece indudable. El papel complementario de la Real Orden de 16 de julio de 1918 pasó a ser muy importante, donde se exigía una publicidad responsable de la acción del laboratorio a las empresas privadas. Merece la pena reproducir dos artículos de la citada R.O.: “Artículo 7. Se prohíbe la publicación de datos incompletos de los consignados en los certificados expedidos por el Laboratorio para cada una de las diversas pruebas a que se somete un mismo material. Se podrán publicar una o varias pruebas de diversas especies, pero dando a conocer los resultados medios obtenidos, sin limitarse a consignar cifras aisladas.- Artículo 8. De acuerdo con lo que previene la R.O. de 7 de junio de 1918 los informes que emite el Laboratorio no podrán utilizarse para la propaganda industrial o anuncio de los productos, mas si se podrá hacer uso para la publicidad, en la forma indicada en el artículo anterior, de los certificados que se expidan”.

 

Ahora que tanto se habla del papel de acercamiento de la ciencia a la tecnología y de ésta a las empresas, ahí vemos cómo existe una relación muy importante en aquellos momentos, para incorporar a España a la Revolución Industrial de finales del siglo XIX, importantísima en el terreno siderometalúrgico y metalmecánico. En este libro de Julia Bordonado Bermejo (págs. 29-30) se señala, fue fundamental para nuestro progreso industrial el papel de la Comisión militar nacida en 1890 “para el estudio de los adelantos de las Ciencias en sus aplicaciones al arte militar, visitando Francia, Alemania, Dinamarca y Suecia”. El objetivo era examinar el sistema vigente en España que se remontaba a la época del general Ibáñez de Ibero. Como dice el propio Marvá con respecto a la visita, “allí realizamos un largo y astuto espionaje”. Marvá realizó la visita acompañado de uno de sus discípulos preferidos, el entonces capitán D. Antonio Mayancela”. Añádase la Comisión de 1898, ”para estudiar los laboratorios de ensayos de material. Visitó concretamente Zurich, Munich, Stuttgart, París, Malinas y Charlotenburgo.

 

Y todo esto Marvá lo completa, además de su proyección hacia la defensa y hacia el desarrollo de la industria española poniéndola al día, con su papel en el Instituto de Reformas Sociales y gracias a su acción clave para la puesta en marcha de la Inspección de Trabajo, donde enlazará con la política de Maura. Pero este papel de Marvá era más conocido, pero faltaba, y gracias a este libro queda claro, el que con él, las fuerzas armadas han tenido un papel muy importante en la industrialización de España, no sólo a partir de 1941 y del Instituto Nacional de Industria por el impulso de Suanzes, sino en la primera etapa del siglo XX. Porque esta política no procedía sólo de Marvá, que cesa como director del Laboratorio, después de veinte años de labor en 1907 –piénsese que es el momento en que le absorbe la puesta en marcha del Instituto Nacional de Previsión‑, sino de sus sucesores, desde el coronel Carlos Banús Correa, que inicia su labor en 1908, hasta en la relación pormenorizada de sus directores el coronel Enrique Rocabert Bielsa, que lo rige en la actualidad desde 2010.

 

La vinculación entre industrialización y problemas militares ha sido objeto de multitud de estudios, sin olvidar la famosa obra de Sombart, “Guerra y capitalismo”. Por ejemplo, la bien conocida de G.B. Clarkson, “Industrial America in the World War” (Houghton Mifflin, 1923), o el más reciente de F.A.C. Koistinen, “The Military-Industrial Complex: A Historical Perspective” (Praeger, 1980). Exponer esta conexión, cuando tantos mensajes antimilitaristas surgen por doquier, y en España desde luego, era necesario.

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