Por Pablo Gil – Jefe de Estrategia de XTB
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El año pasado pasará a la historia por muchas razones, y una de ellas será por que vivimos la recesión más corta que se recuerda. El motivo por el cual ha sido así se debe a la magnitud de la respuesta de Bancos Centrales con sus políticas monetarias ultra expansivas y Gobiernos con sus políticas fiscales sin precedentes.
No hay que olvidar que en EE.UU., durante 2020, se han creado más del 20% de todos los dólares que existen en circulación, o lo que es igual, se ha disparado la masa monetaria de tal manera que ha permitido financiar al Gobierno, cuyas ayudas fiscales han supuesto más del 20% del PIB estadounidense.
Esta actuación sin precedentes, no solo se ha llevado a cabo en la primera potencia económica del mundo, sino de forma generalizada entre los países desarrollados y algunos emergentes.
El resultado es una recuperación económica basada en esteroides o dopaje como no habíamos tenido jamás. El problema es que cuando se lleva a cabo una “manipulación” tan ejemplar del funcionamiento del libre mercado, suele haber consecuencias.
Los niveles de inflación no se veían desde la década de los 90s. Pese a ello, los Bancos Centrales siguen hablando de transitoriedad porque saben que es imposible devolver las tasas de interés a cotas acordes con la evolución del PIB
Como ya se pueden imaginar, me refiero a las presiones inflacionistas que surgen cuando incrementamos de semejante manera la masa monetaria de dólares, euros, libras, yenes, yuanes… lo que lleva inexorablemente a la pérdida de poder adquisitivo de dicho dinero Fiat.
¿Cómo están manejando los gobiernos las presiones inflacionistas?
Cualquier ciudadano sabe que la inflación que se calcula oficialmente no refleja, ni por asomo, la realidad de los precios. Es un problema mundial, y es que los primeros beneficiados de que las métricas de inflación no muestren los niveles reales de los precios, son los propios Gobiernos, que juegan al juego de endeudarse tanto si hay crisis como si no, al amparo de la financiación ultra barata que les ofrecen los propios Bancos Centrales.
Para ello solo necesitan justificar que no hay inflación para así mantener los tipos al cero por ciento, o negativos, lo que permite financiar los déficits en los que incurren los Gobiernos sin impacto negativo.
Por ese motivo, hace ya tres décadas se inventaron tecnicismos como el ajuste hedónico, o la renta equivalente del propietario, o el criterio de sustitución en la cesta de la compra, que permite sustituir un producto por otro cada vez que sube su precio, y que las presiones inflacionistas reales no se vean reflejadas en el IPC oficial.
Pero el momento que vivimos es tan histórico, que incluso con tanto truco de magia, las cifras oficiales están superando el famoso nivel del dos por ciento que tanto tiempo llevan diciéndonos que será el techo que defenderán a capa y espada.
Datos de inflación
Esta semana se publicó el dato de inflación general en EE.UU. Y, pese a ser del 5.3%, la FED mantiene que no subirá las tasas de interés hasta 2023, y mantiene compras de deuda mensuales por valor de 120.000 millones de dólares. En U.K. la inflación ha subido hasta el 3.2% y los problemas de suministro y mano de obra no auguran mejoras, sino que la situación de los precios tenderá a subir más. El dato de Canadá, con un 3.5%, muestra la misma tendencia.
Estamos hablando de niveles de inflación que no se veían desde la década de los 90s. Pese a ello, los Bancos Centrales, que han adiestrado a los inversores, empresas y Gobiernos a vivir en un mundo donde se ejerce la represión del ahorrador en favor de aquellos que viven endeudados, siguen hablando de transitoriedad en las presiones inflacionistas, porque saben que es imposible plantearse devolver las tasas de interés a cotas más acordes con la evolución del PIB y con los niveles de inflación actual, sin provocar una crisis aún peor que la que vivimos en 2020.
Parece que hemos estado jugando a un juego muy pernicioso y que nos hemos metido por un callejón sin salida.