En un país deprimido como el nuestro es difícil levantar la cabeza y mirar hacía el horizonte e intentar atisbar el provenir, pero es algo fundamental para evitar los obstáculos del camino, que en muchos casos son colosales. Pero los cambios que se están produciendo en la economía mundial por la llamada economía del conocimiento no se frenaran por mucho que nos miremos el ombligo y nos compadezcamos de nosotros mismos.
En el último mes se ha producido un cambio legislativo de gran importancia para el futuro de nuestro país, la nueva Ley de Educación. Y el debate y la polémica suscitados se han limitado, a lo relativo a la inclusión de la Religión como asignatura evaluable y la increíble situación de la imposibilidad de ofrecer educación en Castellano en algunas regiones del país. Lo que en mi modesta opinión es un debate mezquino y de bajas miras, muy bajas, con muy poco impacto en la dimensión del problema real de la educación en España, común a muchas de las economías desarrolladas.
Mientras que los representantes políticos no ven más allá del odio o la defensa cerval y a ultranza de la religión, nos estamos jugando que las altas tasas de paro serán algo con lo que haya que convivir para siempre. Parece evidente la esterilidad de la polémica, habida cuenta de la importancia de la religión, de todos los credos, para entender la historia y la cultura de cualquier nación europea. Sobre la otra polémica, el derecho a ser educado en castellano, tampoco debería haber mucho debate, es un derecho constitucional, que solo niegan aquellos que quieren romper nuestra sociedad. Una medida de cómo está el ánimo de nuestro país y de cuales son los verdaderos intereses que tienen los distintos grupos de presión, y lo poco que coinciden con los verdaderos intereses de los ciudadanos, perdidos en el ruido que provocan los colectivos afectos, los profesionales de la enseñanza defendiendo sus sueldos y los estudiantes apostando por el mantenimiento de un sistema que no les forma adecuadamente para el mundo laboral pero que no exige sacrificios, hacen aún más ininteligible para el ciudadano todo lo que se juega en este asunto, vendido como una pugna política y de grupos de presión.
En un mundo en el que las tecnologías cambian el panorama cada pocos años, una educación que haga trabajadores flexibles es la única estrategia de futuro. Últimamente se habla mucho de las llamadas impresoras en tres dimensiones o 3D, y nos quedamos en la anécdota de un individuo que a puesto en Internet las piezas de una pistola que funciona hecha de materiales, a priori indetectable por los arcos de seguridad y que cualquiera podría imprimir/fabricar en casa con solo tener una impresora 3D. Pero nos quedamos en la anécdota sin llegar a la conclusión evidente, una impresora 3D es una fabrica doméstica en miniatura que hará desaparecer la producción en fabricas de muchos objetos, con la consiguiente pérdida de trabajos, lo que a su vez generara una necesidad de buscar nuevos empleos para esos trabajadores. Estamos hablando de muchos trabajadores especializados que no encontraran nuevos empleos sin formación adecuada, ¿no deberíamos estar ya estudiando el tema y buscando soluciones?. Por no hablar de la mayoría de los seis millones de trabajadores en paro, de los cuales recolocaremos en los próximos años y con mucha suerte dos millones en trabajos similares a los que realizaban, es decir sin grandes necesidades de formación. Pero ¿cuál es el plan para los otros cuatro millones?, los que precisarán un reciclaje profesional profundo.
Volviendo a la reforma de la educación en nuestro país, los que la proponen quieren que se vuelva a primar a los estudiantes que se esfuercen sobre los que no tengan interés. Un criterio razonable, que jamás se debió abandonar, ya que en el mundo laboral y la empresa privada este es unos de los principales directores para tener éxito. Bien, ¿pero que hay de los contenidos?, parece que los promotores se conforman con que se incluya religión y que se pueda estudiar en castellano en cualquier punto del país. Esto no variara el rumbo de nuestro sistema educativo, seguimos camino al fracaso, aunque parece que a menor ritmo. Avances muy mezquinos para un país con el problema de educación que tenemos, y ni una palabra del verdadero problema al que nos enfrentamos, que no es la carestía de conocimiento sobre religión o que se expresen mejor o peor en castellano, el problema es que especializamos de los estudiantes desde muy jóvenes que para cuando llegan al mundo laboral esta especialización o no aporta valor añadido y por lo tanto o tiene los días contados o no tienen un sector donde aplicarla. Y este no es solo un problema de nuestro país, es común al resto de economías desarrolladas, los sistemas educativos no producen lo que la sociedad necesita. En EEUU país con unos 11,7 millones de parados, hacen falta 6 millones de trabajadores cualificados. En Alemania, un país con 4 millones de parados y con 2 millones de los llamados minijobs, las autoridades piden 2 millones de trabajadores cualificados al resto de Europa. Como se ve hay trabajadores de sobra para cubrir esas necesidades de empleos cualificados, pero los sistemas educativos los han convertido en individuos que es mejor subsidiar hasta su muerte, que volver a formar para que puedan encontrar un nuevo trabajo y tener una vida plena.
Como ya estamos viviendo el drama de la cuasi imposibilidad de recolocar a muchos trabajadores debido a la desaparición para siempre de los empleos para los que estaban especializados, deberíamos emplearnos en atacar el origen del problema, y solo parece haber un modo, el que de alguna manera propone Bolonia. Unos conocimientos profundos de la asignaturas fundamentales, lo que muchas veces se llama una gran cultura, que les permita especializarse en alguna labor de manera muy rápida. Dado que la llamada vida de los productos o las tecnologías es cada vez más rápida, quien nos iba a decir a finales del siglo pasado con la adopción de Internet que programar páginas web era un sector en clara expansión que en la primera década del siglo XXI solo algunas empresas se dedicarían a ello y con márgenes muy estrechos.
Como ya hemos dicho, el modelo Bolonia va en la dirección adecuada, pero una vez más en nuestro país pasara de momento desapercibidas sus virtudes, dada su nefasta aplicación. La mayor Universidad de nuestro país se ha conformado con redistribuir las asignaturas de la carrera de derecho para acomodarlas a los huecos que les deja Bolonia, en vez de rediseñar la carrera de acuerdo a los criterios de Bolonia. Y no podemos espera más de una Universidad en la que el criterio de los bedeles y los administrativos tiene mayor peso que el del cuerpo docente. En realidad cada bedel tienen mayor peso en las decisiones académicas de la universidad que cualquier profesor o catedrático. Nadie parece creer que hay que hacer algo en este sentido, pese a que el sistema ataca cualquier lógica.
La educación es un asunto fundamental para nuestro futuro y la falta de reflexión nacional la pagaremos durante décadas.