Por Antonio Barriendos – Managing Director de AV Group
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En la actualidad, la tecnología se ha convertido en un elemento primordial para el éxito de cualquier empresa, pero esto no significa que el factor humano deba ser descartado, sino que la eficaz combinación de ambos puede ser la clave para lograr óptimos resultados en la digitalización.
A día de hoy, estamos inmersos en una rápida evolución tecnológica, que cuesta atrapar y aún más comprender en algunas situaciones. Muchas empresas se encuentran con problemas y sobresaltos a medida que se digitaliza su actividad, al invertir tiempo y dinero en poner patas arriba los procesos operativos, para así tener perspectivas de mejora que permitan eficiencias en tiempo y coste. Pero, en muchas ocasiones, estas operaciones encapsuladas en los procesos no nos dejan ver el bosque y se pueden cometer errores de difícil solución.
La tecnología puede ser muy útil en muchos aspectos del negocio, pero es importante que no se convierta en un obstáculo para los que componen la organización. Los empleados no deben sentirse amenazados por el cambio, sino que estos avances los vean como una herramienta que les permita trabajar de manera más eficiente y productiva.
Una empresa acostumbrada al cambio debe ser capaz de crear valor e implementarlo de forma ágil; esto será posible cuando todos los miembros de la organización conozcan a la perfección la cadena de valor
Las nuevas soluciones digitales, cada vez más sofisticadas, han simplificado y agilizado muchos procesos empresariales. Sin embargo, no se puede olvidar que las personas son la pieza clave en cualquier organización, pues la tecnología no puede reemplazar la creatividad, el juicio crítico, la toma de decisiones y la habilidad para adaptarse a situaciones imprevistas.
En este sentido, los problemas a los que se enfrentan las organizaciones siguen siendo básicamente los mismos, pero en cambio, la velocidad y la simultaneidad con la que se combinan los hacen difíciles de prever en toda su amplitud.
Por ello, es conveniente realizar el análisis de la situación actual, con vistas a un diseño de un modelo operativo, que garantice el funcionamiento de los procesos de negocio y de soporte de acuerdo con la coyuntura actual.
Sigue habiendo empresas fieles a su historia, que viven de la inercia y no aciertan a ver que una parte importante de su éxito está en la eficiencia de sus procesos internos.
Los cada vez más reducidos márgenes no permiten ineficiencias, por lo que la implementación de un modelo operativo puede ser costosa la primera vez, y más para una gran compañía, sobre todo con empleados poco conscientes de la importancia de la cadena de valor, en la que se examina en profundidad, procesos, costes, ventajas competitivas y otras actividades que añaden valor al producto o servicio.
Es de destacar la necesidad de acostumbrar a los empleados al cambio, que normalmente se tiende a minimizar, penalizando entonces a la cadena de valor, por lo que deberá analizarse e incorporarlo en el modelo operativo en su medida adecuada.
Una empresa acostumbrada al cambio debe ser capaz de crear valor e implementarlo de forma ágil; esto será posible cuando todos los miembros de la organización conozcan a la perfección la cadena de valor.
En definitiva, las empresas deben replantear su modelo de negocio para analizar el mejor modelo operativo que responda eficientemente a sus necesidades, maximice la cadena de valor y que, sobre todo, sea capaz de adaptarse a la nueva realidad del mercado. Se trata de una fórmula necesaria para sobrevivir, aunque obviamente no suficiente.