Según un interesante y riguroso estudio del IMD suizo sobre competitividad, Europa retrocede en competitividad mientras que España aguanta el tipo.
Antes de nada, comentar que la competitividad es crítica para la salud de la economía de un país. Ayuda a las empresas a lograr un crecimiento sostenible, a generar empleo y, en última instancia, a mejorar el bienestar de los ciudadanos.
El referido estudio tiene en cuenta una amplia gama de estadísticas acerca de cuatro aspectos relevantes en todo país analizado. El rendimiento económico; fortalezas competitivas de la economía nacional y sus resultados macroeconómicos, la eficiencia del gobierno; el efecto de las políticas gubernamentales en la competitividad, la eficiencia empresarial; cuan innovadoras, rentables y responsables social y medioambientalmente son las empresas en cada país y las infraestructuras; su eficacia para satisfacer las necesidades básicas, tecnológicas, científicas y de recursos humanos de las empresas.
Si bien es cierto que según el estudio se produce una caída de la competitividad global en 2019 motivada en gran parte por factores de inestabilidad políticos y económicos, en Europa se acentúa la caída.
Uno de los factores que contribuye a ello es el incremento del precio de los combustibles —el barril de brent ha pasado de 50 dólares a principios de año a los 70 actuales—, que impulsa la inflación, y por lo tanto reduce la competitividad.
Ello beneficia, sin embargo, a países productores de gas y petróleo, como Qatar y Arabia Saudí, que experimentan lógicamente subidas importantes en competitividad. Otro factor que sin duda lastra en competitividad a Europa es la revalorización del euro.
Cuando la moneda única sube como lo lleva haciendo un tiempo, los precios de los productos europeos se vuelven más caros allá donde hay otra divisa.
¿Qué obstáculos impiden una mayor competitividad en España?
En el caso español, además de los factores que afectan a Europa en general, se muestran otras dificultades para impulsar la competitividad. Lo que más lastra a España son sus altos niveles de desempleo, sus finanzas públicas y su política fiscal.
Sabemos que los costes laborales españoles continúan descendiendo en comparación con Europa. El paro es todavía muy alto y sigue presionado a la baja sobre los sueldos.
No obstante, ello ha implicado que las empresas, en principio, hayan obtenido más márgenes en España que en la UE. Las empresas en parte han dedicado esos márgenes a amortizar deuda, como se infiere de la fuerte caída registrada en los pasivos empresariales.
Y en parte, estas mayores rentas empresariales han permitido, tal y como señala el Banco de España, financiar una expansión de la inversión empresarial mucho mayor que en el resto de Europa. Ello a su vez explica que la actividad crezca más y, por tanto, que pueda haber más creación de empleo.
Por otro lado, y según los datos del Índice de Tendencia de Competitividad (ITC) elaborado por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, se consolida la tendencia de mejora de la competitividad registrada en los últimos trimestres.
Dicho índice calculado con el Índice de Precios de Consumo (IPC) refleja que la competitividad precio de la economía española mejoró en el primer trimestre del 2019 frente a los países OCDE y a los de la zona euro.
La ganancia de competitividad frente a la UE-28 y frente a la OCDE se debe fundamentalmente al descenso del índice de precios, también a la leve apreciación del euro frente a las divisas de aquellos países comunitarios que no pertenecen a la zona euro.
Se calcule como se calcule el ITC, medido con Índices de Valor Unitario (IVUs), calculado con Costes Laborales Unitarios (CLUs) o con Índices de Precios de Consumo Armonizados (IPCAs), se refleja una mejora de la competitividad española.
Según el estudio de IMD en el lado positivo de la competitividad española suma su inversión internacional y su sistema de salud y medio ambiente.
Por último, señalar que el que España mejore su competitividad es bueno, pero España necesita que también mejore la competitividad de Europa, su principal socio económico y comercial.
Por Santiago Arrechea – Profesor de Internacionalización de EAE Business School