Como ocurrió en la crisis de 2008, hemos vuelto a tener tasas de inflación negativas. Esto suele ocurrir sobre todo cuando hay una crisis de demanda y no es una situación desconocida, pero sí es preocupante. Las razones que nos han llevado a esta situación son:
- Por un lado, los particulares han reducido su consumo incrementando el ahorro y eso lógicamente reduce la presión sobre los precios.
- Por otro, la evolución que está teniendo el precio del petróleo en los mercados y que en algunos momentos, abril, mayo, verdaderamente ha sido dramática, incluso con precios negativos en los mercados de los derivados. El petróleo y sus derivados pesan mucho en el cómputo de la inflación de manera directa o indirecta porque a fin de cuentas casi todos los productos requieren transporte.
Inflación baja: dañino para la economía
Tener una inflación negativa puede parecer a priori muy atractivo, pero en realidad es bastante lesivo para la economía; y el motivo es obvio, no tanto para los bienes de consumo inmediato, como la alimentación, como para los bienes duraderos, como electrodomésticos, coches, etc; los consumidores lo piensan mucho antes de comprarlos porque tienen un precio unitario mayor.
Hemos visto economías que han tenido deflaciones muy largas, como la japonesa, en las que se difiere el momento de compra creando un círculo vicioso: si no se consume el precio sigue cayendo aún más. Es el gran riesgo de la deflación.
Ventajas de una inflación baja para los consumidores
Sin embargo, también existen ventajas evidentes en una inflación negativa: los consumidores se benefician de esta situación de una manera directa e indirecta. De manera directa porque los bienes tienen precios más bajos, y de una manera indirecta porque inflaciones negativas implican normalmente tasas de interés también negativas o muy próximas a estarlo.
Eso quiere decir que los consumidores y las empresas pueden conseguir mejores condiciones para su financiación, aunque las empresas lo notan menos porque lógicamente, si el consumo cae, lo que se ahorran por pagar menos tasa de interés por sus préstamos va a ser siempre menor que lo que pierden por la caída de las ventas.
Es una situación en la que el BCE o cualquier banco central puede hacer relativamente poco. Los instrumentos de política monetaria están pensados y diseñados por las autoridades monetarias para luchar contra la inflación y no para luchar contra la deflación.
Lo que pueden intentar es que la situación de los tipos de interés refleje esa inflación negativa, es decir, que las tasas de interés sean bajas o negativas. Lo que está haciendo el BCE es comprar activos de renta fija para mantener las tasas bajas.
En realidad, esta situación solo se arregla habitualmente con gasto público, es decir, cuando el consumo baja la solución natural no es la política monetaria, es decir, que el BCE intervenga, sino que sea el Gobierno quien incremente el gasto público, cosa que ahora mismo, en un país como España con los niveles de deuda pública que registramos, es difícil.
Por Javier Rivas, profesor de finanzas en EAE Business School