Cada 20 de marzo, el mundo celebra el Día Internacional de la Felicidad. Sin embargo, año tras año, este concepto sigue siendo uno de los más malinterpretados y, en ocasiones, mal gestionados tanto a nivel personal como colectivo. Este es uno de los problemas que se han creado en la era digital y de las redes sociales. De este modo, el contexto invita a pensar en la llamada psicotecnología como una posible vía para alcanzar la felicidad.
La propia tecnología contrarrestando los efectos nocivos de la digitalización: así actúa la psicotecnología
La psicotecnología, la integración de herramientas digitales como la inteligencia artificial (IA), el machine learning y el análisis de datos masivos (Big Data) en el campo de la salud mental, ha abierto una nueva vía para abordar la felicidad y el bienestar de manera más accesible, personalizada y preventiva.
“Hoy, gracias a la tecnología, podemos anticiparnos a los problemas antes de que se conviertan en trastornos graves. Podemos ofrecer soluciones rápidas y adaptadas a cada persona, mejorando así la calidad y la rapidez de la atención psicológica”, apunta Rosa Becerril, CEO, psicotecnóloga y fundadora de Psiconnea, una plataforma pionera en salud emocional.
Desde plataformas como la que lidera Becerril se ayuda a las personas a regular emociones o entrenar habilidades socioemocionales como la resiliencia, la empatía o la inteligencia emocional.
La falsa felicidad moderna
Lejos de la imagen de bienestar perpetuo que a menudo nos venden las redes sociales o ciertos discursos motivacionales, la verdadera felicidad dista mucho de ser un estado de euforia constante o un ideal imposible.
“La felicidad no es vivir siempre sonriendo ni escapar de las emociones incómodas”, según Becerril, para quien la clave está en cambiar la narrativa: “La felicidad es un proceso dinámico, no un estado final. Se construye desde el equilibrio, la resiliencia y la capacidad de regular nuestras emociones, incluso en la adversidad”.
Cuando todo se rige por las prisas y la hiperconexión, la felicidad se ha convertido en una especie de carrera de fondo donde la línea de meta nunca se alcanza del todo. Pero, ¿y si la felicidad no fuera un destino sino una habilidad que se puede entrenar?
Este es el nuevo paradigma que la ciencia y la psicotecnología están impulsando. La felicidad no es la ausencia de problemas, sino la capacidad de enfrentarlos y gestionarlos desde un equilibrio emocional sano. “Lo importante no es reprimir ni disfrazar lo que sentimos, sino aprender a gestionar cada emoción de forma consciente y constructiva”, explica Becerril.
La neurociencia da la razón a la psicotecnología
La neurociencia avala el trabajo que se realiza desde la psicotecnología, desmintiendo el mito del «optimismo constante». Y es que la ciencia ha demostrado que la felicidad es, en gran medida, una construcción neuroquímica. En el cerebro, la sensación de bienestar se genera a través de la interacción de varios neurotransmisores esenciales:
- Dopamina: nos da la motivación y la sensación de logro cada vez que cumplimos un objetivo, por pequeño que sea.
- Serotonina: regula el estado de ánimo y se activa con hábitos saludables como la exposición al sol, el ejercicio físico o el descanso reparador.
- Oxitocina: conocida como la hormona del vínculo social, se genera a través de gestos afectivos como abrazos o momentos de intimidad.
- Endorfinas: nos proporcionan placer y alivio natural, activándose con la risa, la música o la actividad física.
Pero, aunque la bioquímica del cerebro tenga su papel, la felicidad no se reduce a una simple reacción química. Es también un proceso experiencial y psicológico que nos enseña a convivir con el malestar sin que este nos paralice.
Cada vez más estudios coinciden en que la felicidad, lejos de ser un privilegio o un golpe de suerte, es una competencia que se puede entrenar. Igual que se aprende un idioma o una habilidad deportiva, las personas pueden desarrollar recursos emocionales que les permitan vivir con mayor equilibrio.
