Para que la investigación sobre enfermedades sea más eficiente, es preciso mejorar el proceso de fijación de prioridades.
Según un informe del Observatorio Social de ”la Caixa”, la entrada en escena del Big Data puede suponer de gran ayuda para la recopilación de los necesarios datos contextuales.
Al tratar el tema de la investigación en salud, siempre se tiende a decir aquello de que hay que invertir más… Efectivamente, todos los recursos son pocos para dar con soluciones que ayuden a frenar las enfermedades que padece cualquier país. Y, por supuesto, España no es una excepción.
Sin embargo, añadido a lo anterior, habría que incidir en la eficiencia de la I+D para poder abordar los problemas de mayor impacto en la población y dar respuesta a las patologías más prevalentes. Una investigación de Ismael Ràfols (Universitat Politècnica de Valencia) y Alfredo Yegros (Universidad de Leiden, Países Bajos) aporta las claves para tratar estas necesidades desde las diferentes partes implicadas.
Publicado en el Observatorio Social de ”la Caixa”, el informe empieza haciéndose eco de los grandes avances científicos durante el pasado siglo, especialmente en cuestiones como la mejora de las condiciones de vida, la salubridad y la atención sanitaria. Los grandes avances que se han producido en esa historia conducen a pensar que la investigación biomédica podría seguir contribuyendo enormemente al ámbito de la salud.
A pesar de esta obviedad, el proceso no es simple porque interfieren factores ajenos al campo de la medicina, como puedan ser el medioambiente, el entorno socioeconómico, la contaminación o la desigualdad. Se hace necesario pues, un estudio con visión global para establecer prioridades en el área de la investigación.
[blockquote style=»1″]Los sistemas de evaluación actuales dan prioridad a la visibilidad científica (en revistas de primer nivel), lo que podría estar evitando que el conocimiento sea socialmente útil [/blockquote]
¿Unas decisiones productivas?
Ligado al entorno, conviene saber que muchos procesos investigadores no son lo suficientemente productivos como cabría esperar. Los autores subrayan las dudas que han asaltado a muchos expertos sobre los criterios con los que se están decidiendo las prioridades de investigación y la asignación de recursos.
Sería un problema de aplicación de la ciencia, como ellos mismos resumen. Es decir, si la investigación básica se traslada con rapidez y eficiencia a la práctica clínica y a la atención sanitaria.
Sin duda, este parece un problema que demanda un profundo estudio, dado que se ha demostrado que muchos de los descubrimientos publicados son falsos o que una parte significativa de los experimentos no se han podido reproducir a lo largo de la historia reciente. Del mismo modo, se han dado muchos ejemplos de publicaciones que han repetido innecesariamente descubrimientos ya conocidos.
Por otro lado, los sistemas de evaluación actuales dan prioridad a la visibilidad científica (por ejemplo, en revistas de primer nivel), lo que podría estar evitando que el conocimiento sea socialmente útil.
Por último, y quizás el problema más inquietante, es que las inversiones del sector privado (60% del total) se rijan por criterios de oportunidades comerciales, centradas en los países ricos y enfocadas a patologías crónicas. Esta fórmula de gestión estaría discriminando descubrimientos que podrían tener una mayor relevancia para la salud pública.
[blockquote style=»1″]Atendiendo a la carga de la enfermedad, patologías como el sida, cáncer de mama o diabetes han recibido, proporcionalmente, mucha más financiación que la depresión, cáncer de colo o enfermedades perinatales[/blockquote]
La pista de la “carga de la enfermedad”
Efectivamente, la carga de la enfermedad, tras años de experiencia y estudios, ofrece una pista para la asignación de recursos a los proyectos de investigación. Atendiendo a esto, se han acordado muchas inversiones en base a la prevalencia de una enfermedad, su incidencia, los días de hospitalización, la mortalidad, los años de vida perdidos y los años de vida ajustados en función de la discapacidad.
En base a este criterio, patologías como el sida, cáncer de mama o la diabetes han recibido, proporcionalmente, mucha más financiación que la depresión, el cáncer de colon o las enfermedades perinatales. “En consecuencia – sostienen los investigadores del presente estudio del Observatorio Social de ”la Caixa” -, había margen para alinear mejor la financiación a la carga de la enfermedad”.
En el caso contrario se encuentran las enfermedades cardiovasculares, infecciosas o parasitarias, que concentran el 10% de las publicaciones cuando su carga de enfermedad representa más del 16%.
Un evidente desajuste. En el caso de España el peso del cáncer en la carga de enfermedad es un poco mayor que la cuota de publicaciones sobre esta enfermedad. En cambio, la proporción de publicaciones sobre enfermedades infecciosas y parasitarias es mucho más elevada que la que correspondería a la carga de enfermedad de estas dolencias.
Desde el punto de vista geográfico, la gran mayoría de las investigaciones (90%) procede los países con renta alta, sin embargo en un mundo cada vez más interconectado, interesa considerar esta cuestión desde una visión global de la salud, sin dejar de atender las necesidades de los países de renta baja.
Y es que la globalización y las formas de vida actuales facilitan el crecimiento de enfermedades infecciosas en todo el planeta, por lo que interesa mejorar las condicionas sanitarias en todo el mundo.
[blockquote style=»1″]Hay que fijar las prioridades en base a los elementos contextuales. El Big Data se sumaría como herramienta de apoyo para asignar recursos para la eficiencia de la investigación en salud[/blockquote]
El Big Data ayuda
En la era de los datos, conviene estudiar todo lo que puede ofrece el Big Data para determinar las prioridades de la investigación. Porque, a fin de cuentas, concluyen los investigadores de este informe del Observatorio Social de ”la Caixa”, hay que fijar estas prioridades en base a los elementos contextuales.
Los avances de la tecnología pueden actualmente conectar la disponibilidad de terapias ya demostradas como eficaces, o las opiniones de los expertos sobre los avances potenciales que podrían producirse en la lucha contra una enfermedad.
El Big Data se sumaría como herramienta de apoyo a la hora de asignar recursos para la eficiencia de la investigación en la salud. En virtud de lo anterior, “se podría señalar que en África ya se dispone de medicamentos para afrontar la elevada carga de enfermedad que ocasionan las enfermedades infecciosas, con lo que el problema no radica en la falta de investigación, sino en la ineficacia de los servicios sanitarios y en la ausencia de medicamentos básicos asequibles”.
Del mismo modo, el estudio analítico puede alegar que, en casos de enfermedades como el Alzheimer, se debería restringir la investigación por ser un campo no lo suficientemente maduro como para ofrecer soluciones médicas. “En realidad, se ha señalado que algunas enfermedades son más difíciles de abordar que otras a través de medidas clínicas (como sería el caso de las vacunas) y que otros tipos de intervenciones sociotécnicas pueden ser más eficaces que los enfoques terapéuticos al uso. Por ejemplo, las mosquiteras impregnadas de insecticida han resultado muy útiles en la lucha contra la malaria”, mantienen Ràfols y Yegros.
No se trata, por tanto, de abordar las necesidades más urgentes, sino más bien de adoptar la estrategia apropiada para afrontarlas.
La obesidad, un posible caso de investigación ineficiente
Según datos de 2017, el porcentaje de la asignación de recursos a la investigación de la obesidad podría estar siendo ineficiente. Los investigadores se preguntan si la política científica debería fomentar más investigación en ciertos temas (como la dieta) antes que en otros (como la cirugía bariátrica), dados sus relativos beneficios sanitarios públicos.
En el caso de la obesidad, inciden los autores, muchos de los sectores afectados coinciden en que habría que investigar con mayor intensidad los factores sociales y psicológicos relacionados con la industria alimentaria, las pautas de consumo y el sedentarismo, en lugar de promover el conocimiento biológico o mejorar enfoques terapéuticos, como la cirugía.
En un caso como el de la obesidad hay que tener en cuenta las valiosas experiencias y las preferencias fundamentadas de los pacientes y ciudadanos afectados por el problema a la hora de valorar los enfoques más pertinentes.