Hace casi un año, Directivos y Empresas se hizo eco del inicio de un proyecto de investigación que buscaba analizar las emociones que puede provocar una obra de arte a las personas. Aquel proyecto, denominado Emociones a través del arte, se inició con la participación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, el grupo hospitalario Quirónsalud y la Universidad Rey Juan Carlos. En vista de estos tres actores, se entrelazaban ámbitos como la salud, la cultura y la ciencia. Además de analizar las emociones del espectador de forma consciente e inconsciente, el proyecto ha ido más allá para buscar el potencial terapéutico que tiene la cultura sobre las personas.
Las investigadoras Ana Reyes y Rebeca Antolín han liderado el estudio durante ocho semanas con un grupo diverso de 127 personas entre 18 y 65 años. ¿El objetivo? Analizar 125 obras maestras de las colecciones Thyssen-Bornemisza y Carmen Thyssen utilizando tecnología neurocientífica de última generación.
Tras todos estos meses, han salido a la luz las primeras claves y se concluye que colores, formas y la composición de una obra pictórica activan nuestros circuitos emocionales y, efectivamente, influyen en nuestro bienestar.
Las investigadoras Rebeca Antolín, profesora e investigadora de la Universidad Complutense y Ana Reyes, profesora titular de la Universidad Rey Juan Carlos; Cristina Caramés, directora asistencial y de investigación de Quirónsalud y Evelio Acevedo, director gerente del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Colores que sanan, composiciones que conmueven
Los primeros resultados son claros: los tonos cálidos y las composiciones equilibradas tienden a generar emociones positivas, mientras que las luces y sombras dramáticas intensifican las emociones negativas o introspectivas. Así, una pintura barroca como La Cena de Emaús, de Matthias Stom, promueve un estado contemplativo, mientras que El violinista alegre con un vaso de vino, de Gerard van Honthorst, activa emociones más vivas y enérgicas.
El análisis combinó técnicas tradicionales (autoinformes emocionales) con mediciones biométricas como:
- Eye-tracking: seguimiento ocular para detectar qué elementos de la obra captan primero la atención.
- Reconocimiento facial: para identificar microexpresiones mediante algoritmos.
- Respuesta galvánica de la piel (GSR): detecta cambios en la actividad eléctrica de la piel asociados a la intensidad emocional.
El modelo emocional utilizado fue el circumplejo de Plutchik, que organiza las emociones en función de su intensidad y polaridad. Con él se recogieron más de 12.700 métricas emocionales, una base de datos sin precedentes en este tipo de investigación.
Una web interactiva para redescubrir el arte
Gracias a este estudio, se ha lanzado una plataforma online que permite experimentar estas emociones de forma personalizada. Los usuarios pueden explorar las obras en función de sus propias respuestas emocionales, ofreciendo un enfoque introspectivo y terapéutico del arte.
Este proyecto posiciona al Museo Thyssen como el primer museo del mundo en realizar un estudio emocional a esta escala, abriendo nuevas vías para integrar arte y salud en la vida cotidiana.
La vinculación entre el arte como medicina
“La experiencia del paciente es clave para nosotros. Este tipo de iniciativas no solo amplían el conocimiento, sino que abren nuevos horizontes para el bienestar”, señala la doctora Cristina Caramés, directora de investigación de Quirónsalud.
Evelio Acevedo, director gerente del Museo Thyssen, añade: “El arte tiene un impacto positivo en la salud. La OMS ya recomienda su integración en la sanidad, y este estudio es una prueba de su utilidad real y medible”.
La sinergia entre museos, ciencia y medicina apunta a una nueva dimensión del arte: no solo para ser contemplado, sino también como herramienta de transformación emocional y cuidado personal.