El verano ya está entre nosotros, con su abrazo tórrido y su promesa de vacaciones y descanso. Toca dejar de trabajar, es hora de reposar… y de soñar. ¿O acaso ya perdió su capacidad de ensueño? Malo, malo, entonces. Precisamos de ilusiones como combustible. Si no las tenemos, nuestro motor vital se para.
Pero, desgraciadamente, sobre todo si ya entró en eso que, indulgente/cruelmente, llaman edad madura, es posible que ya no los albergue, que su alforja de sueños esté vacía por completo.
¿Por qué? Pues porque, como nunca nos detenemos, ni tiempo hemos tenido para pensar sobre nuestras metas, nuestros sueños, nuestros objetivos, nuestras prioridades, nuestros porqués.
Llenamos nuestro interior con el vértigo de lo cotidiano y con las experiencias, emociones y sensaciones de viajes y de relaciones, con su secuela de fotografías y vídeos en redes sociales, heraldos ante el mundo de nuestra vida apasionante de puertas hacia afuera, pero vacua, en verdad, en nuestro interior.
Karina Sainz Borgo, en su artículo “El libro sale reforzado de la crisis”, publicado en Vozpopuli el pasado 6 de julio, recogió una frase del editor Carlo Feltrinelli que resuena con fuerza en el eco-enjambre del ciberespacio: “lo revolucionario hoy es leer, privilegiar la voz interior del lector frente al zumbido que genera un mundo hiper-conectado”.
Leer, meditar, reflexionar, pasear a solas con nosotros mismos. Una provocación intimista en estos tiempos de permanente exhibición impúdica de nuestras vidas online. Decida, pues, ser irreverente y atrévase a ello en este verano azul.
Pues eso, bien sea en la playa, en la montaña, en casa propia o en la de los suegros, en España o en alguno de los mil y un destino más o menos exóticos que nos aguardan, tendremos tiempo de reposar, de desconectar, como algunos prefieren llamarle, o de bien estar con nosotros mismos.
Desconectar del estrés, de las preocupaciones, de las urgencias, conectar con el sosiego, el reposo, la paz. Sentémonos entonces a reflexionar. ¿Tenemos proyectos? Ojalá que sí, qué fácil entonces, lo tendríamos para orientar nuestros esfuerzos y prioridades.
Pensar sobre nuestros proyectos
¿No los tenemos? Malo, malo, como decíamos, hágaselo mirar y esfuércese en concretar un objetivo en el que centrarse o una meta que le motive y anime el vivir.
Y, aprovechando, por ejemplo, una siesta – ese instante ingrávido en el que el tiempo y el sonido parece detenerse -, ¿por qué no analizamos el qué fue de nuestros proyectos del pasado?
Ya sabemos, por experiencia, que todo plan estratégico que se precie debe ser evaluado en función de resultados. Nuestras metas y objetivos son nuestros fines estratégicos y nos toca, pues, evaluar su grado de consecución.
Y no pasa nada si no lograron cumplirse todos nuestros sueños, lo importante es que los sostuvimos y que luchamos por ellos. Pero es bueno saber el porqué no lo alcanzamos, si el problema estuvo en nosotros mismos o en el propio instante del ensueño, que bien pudiera ser.
El Quijote soñó con gigantes colosales y malandrines donde Sancho – y nosotros – solo molinos veíamos. Pues bien, entre uno y otro está la virtud, ni tan loco ni tan cuerdo. Ni tan en las nubes como el caballero, ni tan en el suelo como el escudero, que diría el sabio castizo.
Quizás se encuentre con el que sus proyectos fueron rechazados, sus propuestas ignoradas, sus sugerencias, despreciadas. Analice el porqué, que alguna razón a buen seguro existirá para ese fracaso.
Una película que da que pensar
Una película, “La biblioteca de los libros rechazados”, puede servirle de ayuda para su reflexión. Dirigida por Rémi Bezançon y protagonizada por Fabrice Luchini, Camille Cottin y Alice Isaaz, se sustenta sobre el evocador pilar de una biblioteca a la que van a parar los manuscritos que los editores rechazan, manuscritos que los escritores escribieron con mucho esfuerzo para que, al final, nadie decidiera apostar por ellos.
La mayoría, todo hay que decirlo, eran malos de solemnidad, pero siempre existe una joya por descubrir, un diamante que refulge en las penumbras del olvido a la espera de ser rescatado por alguien con el talento suficiente para vislumbrarlo.
Sin embargo, la mayoría de los escritores, estaban convencidos de haber escrito una obra de gran calidad, ignorada por la ceguera, ambición y estulticia ajena, que negó el reconocimiento de su gran valía y talento.
Es evidente que no es así, nunca fue así, de hecho. En la biblioteca de los libros rechazados habitaban, en su mayoría, libros entre lo mediocre y lo infumable, por más que alguna obra de arte salpimentara ese universo derruido y decrépito.
Repase, pues, su biblioteca de los proyectos rechazados, su archivo olvidado de los sueños incumplidos. Puede que, sencillamente, fueran más allá de sus posibilidades, o quizás resulte que no se los tomara demasiado en serio, o, lo más probable, que, arrastrado por la corriente vertiginosa y caprichosa del día a día, no fuera tenaz en su seguimiento, ni los priorizara sobre otro tipo de cuestiones.
Repáselos uno a uno y reconózcase en el momento de su vida en el que se los planteó y los soñó. Sea indulgente consigo mismo, hace ya mucho tiempo que sabe que nunca podrá cumplir todos sus sueños, rotos, ya, por la maldición del cronómetro inverso del tiempo.
Pero, quizás, atención, descubra uno, hermoso y posible, que aún puede llevar a cabo. Y, si no lo encuentra, luche por encontrarlo: actualice en lo posible o adapte a su realidad alguno de los que le conmovieron especialmente.
No tiene todo el tiempo del mundo ya por delante, pero sí el suficiente para conseguir alguno de ellos. De los que custodiaba en su biblioteca de proyectos rechazados y rotos, o de los que su capacidad de ensueño le evoque y oriente desde su descanso luminoso.
El entorno hiperacelerado parece determinar la obsolescencia cruel de los mayores de cuarenta y tantos en las empresas y organizaciones. Pero no nos resignaremos. Todavía albergamos sueños por los que luchar y sabemos dónde encontrarlos.
Por Manuel Pimentel Siles – OfCounsel de Baker&McKenzie y editor de Almuzara.