Tesla era una empresa tocada por la fortuna; Elon Musk, su fundador, un visionario iluminado. Y el valor de sus acciones subía y subía en estos tiempos de adoración tecnológica. Pero algo le pasó a Musk.
Prometió que sacaría a la compañía de bolsa, para a continuación negarlo. Comenzó, al tiempo, a afirmar una cosa y su contraria; a decir para desdecirse, al modo de nuestro Sánchez patrio.
El sortilegio se rompió y la princesa volvió a convertirse en Cenicienta. La estrella ascendente de Tesla declinó, algunos de sus principales ejecutivos huyeron en desbandada y la acción se desplomó lastrada por el peso de los bajistas.
Y es que el mercado no perdona la inseguridad ni la falta de proyecto claro.
España también sufre la indefinición, los titubeos y la falta de rumbo de su capitán. Nuestra cotización, interna y externa, se desploma a ojos vista. Nuestro presidente del Gobierno, impertérrito, ha pronunciado como balance de sus primeros cien días de gobierno unas de esas frases redondas, cerradas en sí, que igual vale para una cosa que para la contraria.
“El gobierno hace lo que dice”, ha afirmado Pedro Sánchez. Y se ha quedado tan tranquilo. El gobierno hace lo que dice. Sí, desde luego, pero tras desdecirse antes, tras rectificar continuamente y tras hacer exactamente, en ocasiones, lo contrario de lo que prometió.
Y claro, así no hay forma. Veo a Sánchez y recuerdo a Musk, con su máquina de prometer, incumplir y rectificar a mil revoluciones por minuto. Veremos que ocurre con nuestra cotización.
[blockquote style=»1″]Veo a Sánchez y recuerdo a Musk, con su máquina de prometer, incumplir y rectificar a mil revoluciones por minuto. Veremos qué ocurre con nuestra cotización [/blockquote]
El gobierno hace lo que dice, pero no lo que dice al principio, ni lo que prometió, por supuesto. El gobierno ejecuta, en todo caso, la rectificación de la rectificación. sin pudor ni recato alguno. Un paso adelante, tres atrás. Prometer algo para hacer lo contrario es la marca propia de la casa. Un presidente que corrige lo que afirma una ministra, un ministro que matiza lo que promete el presidente.
Gobierno: mucho prometer para nada hacer
Y, en este batiburrillo alborotado de mucho prometer para nada hacer nos encontrábamos cuando, henchidos de moralina de salón, el ministerio de defensa negó la autorización de exportación de una partida de armas a Arabia Saudita.
La reacción saudí no se hizo esperar y amenazó con suspender la operación de compra de varias fragatas a Navantia, de la que depende el trabajo de los astilleros gaditanos. Sindicatos y Junta de Andalucía pusieron de inmediato, como no podía ser de otra forma, el grito en el cielo.
Esos barcos no podían pararse, el futuro de miles de personas y de toda una comarca castigada por el paro dependía de esa carga de trabajo. Incluso el alcalde de Cádiz, Kichi, dijo que antes estaba la obligación que la devoción, que una cosa son las ideas hermosas que se proclaman al viento azaroso y otra, bien distinta, el jornal que hay que llevar a casa cada mes.
El gobierno, de nuevo, rectificó. No vetará, al parecer, la venta de armas a Arabia Saudita. Veremos si llegamos a tiempo de salvar el negocio, o la bromita del gobierno nos cuesta, finalmente, miles de millones de euros y cientos – o miles – de puestos de trabajo. Arabia ya cortó un importante suministro de carros blindados de Canadá, a pesar de su rectificación. Ojalá, en este caso, aún estemos a tiempos de salvar el desaguisado del gobierno.
Moncloa achaca a la inexperiencia el baile de San Vito de sus propuestas y contrapropuestas. Son muchas ya, el periodo de rodaje hace tiempo que debería haber finalizado. Pero no, aún continúa su danza del desconcierto. Recordemos, de pasada, alguna de sus escenas.
[blockquote style=»1″]Proclamaron a los cuatro vientos un impuesto específico sobre la banca. Así, a pelo, sin estimar riesgos ni calcular consecuencias. Semanas después, se la tuvieron que envainar[/blockquote]
Así, a pelo, sin estimar riesgos ni calcular consecuencias. Semanas después, se la tuvieron que envainar, una vez comprobado lo contraproducente de la medida. Después, recibieron con alharacas y retruécanos al Aquarius, dando justo cobijo al barco errante en ilusiones y cierto en temores.
A las pocas semanas de la parafernalia gozosa del photocall solidario, el gobierno pasó de los abrazos y de las sonrisas iniciales a la expulsión en directo de los inmigrantes de Ceuta, en aplicación del articulado más duro de la ley de Extranjería. De quitar de manera inmediata las concertinas, a afilarlas; del abrazo al empujón. Y es que el gobierno siempre hace lo que dice… una vez enterrado aquello que prometió.
Donde dije Diego, digo Diego. Al fin y al cabo, es el ejercicio cotidiano de la política. Pero la incertidumbre creada por este gobierno, con su decir y desdecir, con su ir para venir, comienza a tener un elevado coste en forma fantasmal de incertidumbre e inseguridad, sentimientos que generan desaceleración económica y descenso acelerado de la confianza de empresarios y consumidores.
Así no hay manera. Vivo sin vivir en mí, musita la economía temerosa, inquieta al comprobar cómo Sánchez promete por la mañana al comisario europeo equilibrio presupuestario para, por la tarde, anunciar un enorme incremento de gasto tras su pacto con Iglesias. Lo uno y lo contrario al tiempo.
Crecemos menos, el paro se incrementa con una fuerza desconocida, la bolsa está en mínimos de muchos meses. Es cierto que no todo es responsabilidad exclusiva del gobierno, pero el estropicio creado por sus deslices y contradicciones actúa como eficacísimo catalizador del desgaste que padecemos.
España está hoy peor que hace unos meses, pero mejor de lo que estará en un futuro próximo si permanecen estos desatinos que desconciertan y asustan. Y, desgraciadamente, todo apunta a que pueden continuar.
El rosario de anuncios y contra anuncios, como la famosa subida de impuestos a los ricos, sigue y sigue. ¿Qué es un rico?, se preguntaron, para tardar en dar respuesta. ¿60.000, 150.000, 120.000 euros? Aún lo desconocemos.
Al final, pagaremos todos. De la subida a las tecnológicas nada más sabemos y estamos a la espera del deshoje de la margarita que decidirá la doble o triple tributación a las grandes empresas. A final, aburridas, se irán a cualquier otra capital europea.
[blockquote style=»1″]Sánchez, que prometió tras su moción exitosa que convocaría prontas elecciones, se aferra ahora a un gobierno imposible. Hace lo contrario de lo que prometió, en coherencia con su forma de ser y actuar[/blockquote]
Las grandes cuestiones políticas tampoco ayudan a la concordia, ni a la seguridad ni a la esperanza. La Ley de la Verdad anunciada, por ejemplo, con ánimo revanchista, enervará más que solucionará, añadiendo tensión innecesaria.
Su complicidad con los independentistas sediciosos, a los que anima y engorda, generará una fuerte crispación y abonará conflictos graves. Y la inseguridad y la tensión son malas compañeras para un país que debería generar confianza y concordia.
Esto no pinta bien, tendremos que estar muy atentos a la evolución de los acontecimientos. Sánchez, que prometió tras su moción exitosa que convocaría prontas elecciones, se aferra ahora a un gobierno imposible.
Hace lo contrario de lo que prometió, en coherencia con su forma de ser y actuar. Ojalá vuelva a contradecirse de nuevo y convoque prontas elecciones antes de que la situación se la vaya de las manos. El otoño de hojas doradas y trémulas ya está aquí. Veremos cómo termina Tesla, veremos cómo termina España.